El Viaje del Elefante

Leer a Saramago siempre es un reto. Los motivos: su forma de escribir; su ortografía y gramática; su culto vocabulario; sus referencias mitológicas e históricas… En mi caso el Nóbel es un desafío que enfrento con ganas pues además de entretenerme y hacerme disfrutar, enriquece mi vocabulario y amplía mis conocimientos. Los libros del portugués no son fáciles, tienes que ir poquito a poquito, pero al final merece la pena.

Juan III, rey de Portugal, envía al archiduque Maximiliano de Austria como presente un elefante. En estas casi doscientas páginas, se narra el viaje del animal desde Belém (Portugal) a Viena (Austria), pasando por España e Italia.

Durante el periplo de Salomón, posteriormente Solimán por obra y gracia del archiduque (porque yo lo valgo), conoceremos las debilidades humanas de poderosos y siervos. Con una pizca de humor y mucha ironía, nos enfrentamos a una clase social que de lo único que puede presumir es de escoger bien a sus lacayos por eficientes y competentes; a unos siervos inteligentes que sabrán sacar provecho de situaciones insólitas; a un pueblo ignorante, supersticioso y religioso en exceso que será capaz de creer en milagros aunque no existan; y a una Iglesia y unos curas estafadores que abusan de la ignorancia y la fe de sus feligreses.

Saramago no pierde ocasión de criticar la religión, en todas sus formas, al igual que las injusticias ocasionadas por las clases pudientes sobre sus “inferiores”.

Lectura lenta, que se disfruta, al igual que el viaje realizado por el elefante, aunque reconozcamos que el momento elegido para viajar no fuera el mejor… cruzar los Andes en invierno no es una excelente idea y resultó un poco complicado.

Resumiendo, lectura entretenida y con la que pasar un rato agradable.